Casa natal de Leonardo Torres Quevedo en su estado actual.
Nació en 1852 en Santa Cruz de Iguña, pueblo integrado en el municipio de Molledo, en el valle de Iguña (Cantabria).
A mediados del siglo XIX, su padre Luis Torres-Vildósola y Urquijo (ingeniero de Caminos bilbaíno) participó en el diseño y construcción de la carretera y el ferrocarril entre Santander y Alar del Rey (Palencia). Esto le llevó a pasar temporadas en el valle de Iguña, donde conoció a su futura mujer: Valentina Quevedo de la Maza, que vivía en lo que se conoce como la casona de Santa Cruz.
De niño, Leonardo y su familia residían habitualmente en Bilbao, pasando los veraneos en la casona junto a sus primos. Entre ellos destacaba Joaquín Bustamante, militar y también inventor, que nació cinco años antes que Leonardo en la casona y en cuyo honor existe una placa conmemorativa en ella.
Tras formarse como ingeniero de Caminos, Leonardo decidió venir a vivir a su tierra natal, pues como él mismo dijo más tarde ya “estaba poseído por la fiebre del inventor”. En la casona vivió unos cinco años, dedicado a “pensar en mis cosas”, principalmente en el diseño de su primer invento: el transbordador.
En 1885 se casó con Luz Polanco, vecina de Portolín en el barrio de Santián de San Martín de Quevedo, también en el valle de Iguña, y con la que tuvo ocho hijos. Fijaron su residencia en la casa familiar de su mujer, que entonces era conocida como la casona de los Polanco, pero que ha pasado a la historia como la casa de doña Jimena.
Durante ese mismo año comenzó a construir su primer transbordador, el transbordador de Portolín, de unos 200 metros de longitud y unos 40 de desnivel. Según parece, la barquilla era una silla y el motor unas pareja de bueyes. Al año siguiente empezó un segundo ensayo: el transbordador del río León, de unos dos kilómetros de longitud y 200 metros de desnivel.
Entre 1887 y 1888, patenta su invento en los principales países de Europa occidental y en Estados Unidos. Y en 1889 decide ir a Suiza para construir el primer teleférico comercial para personas del mundo en el Monte Pilatus, junto a Lucerna. Diversos problemas le impidieron conseguirlo. Constituyó su transitorio «fracaso suizo».
En 1890, entre otras razones por el fallecimiento de su primer hijo, la familia se traslada a vivir a Madrid. Leonardo ya sólo vendría a su valle natal a pasar los veranos y en Navidad.
Camino en el bosque junto a la Casa de Doña Jimena.
Detalle de carta sobre la compra de materiales para compra de cables para sus transbordadores. 1885
Los lugares del valle donde Leonardo vivió incluyendo los olvidados sitios donde creó y ensayó su primer invento.
Las características de sus transbordadores iguñeses, los primeros teleféricos seguros para personas del mundo.
Descubrirás algunos hechos desconocidos como, por ejemplo, por qué nació en el valle de Iguña.
Acto de ingreso de Leonardo Torres Quevedo en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1901.
Sus primeros tiempos en Madrid los pasa desarrollando su segundo invento: las máquinas de calcular. Además, frecuenta los ambientes científicos de la ciudad como el Ateneo o la Academia de Ciencias, participando además en diversas tertulias culturales (en La Elipa o el Café Suizo).
Sus memorias y artículos sobre las máquinas algébricas, presentados entre 1895 y 1900, le proporcionan el reconocimiento y admiración en Francia y España, donde sería elegido miembro de número de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales en 1901.
El éxito internacional de las pruebas privadas del telekino en la Academia de Ciencias de París en 1903 harán que el Gobierno español cree el Centro de Ensayos de Aeronáutica en 1904. Análogamente, el éxito de las pruebas públicas del telekino en Bilbao en 1906 animará a que el Gobierno español amplíe en 1907 el Centro con el Laboratorio de Mecánica Aplicada.
A partir de 1904 iría desarrollando el resto de sus inventos, lo que le lleva a realizar frecuentes viajes al extranjero, principalmente a Francia, para su presentación (ajedrecistas, aritmómetro electromecánico), o para el desarrollo comercial de sus innovaciones (en el caso de los dirigibles o los transbordadores).
Paralelamente al desarrollo de sus inventos, su reconocimiento científico y social es pleno, lo que le lleva, por ejemplo, a participar como máximo representante de la ciencia española en el centenario de la independencia de Argentina (1910), a ser propuesto como ministro (1918) o a incorporarse como académico de número a la Real Academia Española [de la Lengua] (1920).
A partir de 1920, ya con casi 70 años, Leonardo disminuye paulatinamente su dedicación plena al desarrollo de nuevos inventos. En cambio, participa activamente como miembro en diversas instituciones, tales como el Comité Internacional de Pesas y Medidas, el Comité Internacional de la Cooperación Intelectual (junto a Einstein o Marie Curie) o llega ser presidente de la Academia de Ciencias de Madrid. Su reconocimiento es tal que la Universidad de la Sorbona le nombra Doctor Honoris Causa y llega a convertirse en el único o es el único representante español entre los 12 académicos asociados de la Academia de Ciencias de París.
Leonardo Torres Quevedo (a la derecha) en el campo de pruebas del dirigible «Astra-Torres nº1»
Comitiva española enviada a la celebración del centenario de la independencia de Argentina
junto a la Infanta Isabel. 1910
En los años 30, va abandonando sus quehaceres en las diversas instituciones anteriores, hasta su fallecimiento en diciembre de 1936, diez días antes de cumplir 84 años, en la casa de su hijo Gonzalo en la calle Jener, en el Madrid sitiado de la Guerra Civil.
Foto de Leonardo Torres Quevedo en su discurso de ingreso en la RAE de la Lengua.
Cómo fue el proceso de ser un ingeniero de Caminos a presidir tres academias y sociedades científicas españolas.
El inusual apoyo público que recibió, tanto del Estado como de empresarios y compañeros ingenieros de Caminos vascos para desarrollar y explotar comercialmente sus inventos.
Como. por ejemplo, el curioso lugar donde dio su primera conferencia sobre el nacimiento de una nueva ciencia, la automática, o a quien sustituyó como miembro de la RAE de la Lengua.
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